Hoy tengo de invitado de honor en este blog a un gran
amigo.
Ingeniero Agrónomo, a lo largo de su carrera
profesional se despeño’ en diferentes
posiciones y localidades, liderando equipos de trabajo
multidisciplinarios. En una etapa más
reciente especializado en investigación y desarrollo de especies de alto valor
agregado y energético que incluyen a la camelina sativa entre otras.
Anduvo por Mendoza, La Rioja, las provincias del NOA y
la Patagonia, también llevo su experiencia y conocimientos por el mundo llegando
a Brasil, Paraguay, España y los Estados Unidos.
Gano premios y publico un libro acerca del Trigo
sarraceno.
Lo conozco desde mi adolescencia por un amigo en común
de la época en que él jugaba al baseball en el Ferro y yo pretendía jugar al
tenis.
Siempre recuerdo los buenos momentos pasados
recorriendo campos, viajes de estudios con las facultad, preparar materias
juntos o encontrarnos para un asado , un vino, alguna fiesta.
Aun a la distancia , nos seguimos encontrando….por eso
es un gran placer compartir este cuento de Adrián Morganti.
De chico me llevaba alguna lapicera, luego me
preguntaban en casa,
- ¿De
quién es?.
- Contestaba
lleno de vergüenza, no se…
El dialogo, una tortura,
- ¿Cómo
que no sabes?
- No
se…y comenzaba a lloriquear.
- Escuchame,
esto sabes que está mal, ¿no?, me decía mi padre preocupado
Con los años, aprendí a esconder estos tesoros,
que descubría cada tanto al volver a verlos, no recordaba de donde habían
venido, pero sabía que era Yo el transporte. El impulso me ganaba siemrpe.
Fueron cambiando, de lapiceras, anillos, joyas,
libros, cuadernos, toda clase de objeto que podía desaparecer entre mi ropa.
La tecnología me hizo reflexionar, un día sonó
un sensor en el supermercado y se terminó la función. La gente me miraba
extrañada, ya que muchos me conocían del barrio. Tire los chocolates en la mesa
del supervisor. Tuve que ir alejándome. Mi radio de acción termino en el otro
extremo de la ciudad.
El colmo fue cuando me apropie de una maceta,
tenía un Ficus, que linda planta, verde brillante, oscura de noche y tan linda
de día, esas hojas que se movían al viento me atraían y una noche la levante y
la subí a la camioneta. El problema era que estaba en la esquina del negocio
del hijo de una amiga de mi madre. No sabía que tenía cámaras de seguridad.
A los pocos días tocaron a mi puerta. El chico,
un joven que conocía desde que llevaba pañales me miro. No sonreía pero tampoco
estaba enojado, creo que tenía lastima. Me dijo
- Mañana
quiero ver la maceta de nuevo de donde la sacaste. ¿Me estas escuchando?
- Asentí
con la cabeza y cerré la puerta
A la noche cargue la maceta y la lleve. Sudaba,
no tanto por el calor ya que era pleno invierno y soplaba un viento helado, los
nervios, la vergüenza, lloraba mientras la colocaba en el mismo sitio, que se
veía manchado por la tierra acumulada con el tiempo.
Me fui. El doctor me explico que debía seguir
el tratamiento que dejaba sistemáticamente.
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