Saturday, 12 August 2017

Yo no fui…



Hoy tengo de invitado de honor en este blog a un gran amigo.
Ingeniero Agrónomo, a lo largo de su carrera profesional se  despeño’ en diferentes posiciones y localidades, liderando equipos de trabajo multidisciplinarios.  En una etapa más reciente especializado en investigación y desarrollo de especies de alto valor agregado y energético que incluyen a la camelina sativa entre otras. 
Anduvo por Mendoza, La Rioja, las provincias del NOA y la Patagonia, también llevo su experiencia y conocimientos por el mundo llegando a Brasil, Paraguay, España y los Estados Unidos.
Gano premios y publico un libro acerca del Trigo sarraceno.
Lo conozco desde mi adolescencia por un amigo en común de la época en que él jugaba al baseball en el Ferro y yo pretendía jugar al tenis.




Siempre recuerdo los buenos momentos pasados recorriendo campos, viajes de estudios con las facultad, preparar materias juntos o encontrarnos para un asado , un vino, alguna fiesta.

Aun a la distancia , nos seguimos encontrando….por eso es un gran placer compartir este cuento de Adrián Morganti.




















Yo no fui…


De chico me llevaba alguna lapicera, luego me preguntaban en casa,
-       ¿De quién es?.
-       Contestaba lleno de vergüenza, no se…
El dialogo, una tortura,
-       ¿Cómo que no sabes?
-       No se…y comenzaba a lloriquear.
-       Escuchame, esto sabes que está mal, ¿no?, me decía mi padre preocupado

Con los años, aprendí a esconder estos tesoros, que descubría cada tanto al volver a verlos, no recordaba de donde habían venido, pero sabía que era Yo el transporte. El impulso me ganaba siemrpe.
Fueron cambiando, de lapiceras, anillos, joyas, libros, cuadernos, toda clase de objeto que podía desaparecer entre mi ropa.
La tecnología me hizo reflexionar, un día sonó un sensor en el supermercado y se terminó la función. La gente me miraba extrañada, ya que muchos me conocían del barrio. Tire los chocolates en la mesa del supervisor. Tuve que ir alejándome. Mi radio de acción termino en el otro extremo de la ciudad.

El colmo fue cuando me apropie de una maceta, tenía un Ficus, que linda planta, verde brillante, oscura de noche y tan linda de día, esas hojas que se movían al viento me atraían y una noche la levante y la subí a la camioneta. El problema era que estaba en la esquina del negocio del hijo de una amiga de mi madre. No sabía que tenía cámaras de seguridad.
A los pocos días tocaron a mi puerta. El chico, un joven que conocía desde que llevaba pañales me miro. No sonreía pero tampoco estaba enojado, creo que tenía lastima. Me dijo
-       Mañana quiero ver la maceta de nuevo de donde la sacaste. ¿Me estas escuchando?
-       Asentí con la cabeza y cerré la puerta

A la noche cargue la maceta y la lleve. Sudaba, no tanto por el calor ya que era pleno invierno y soplaba un viento helado, los nervios, la vergüenza, lloraba mientras la colocaba en el mismo sitio, que se veía manchado por la tierra acumulada con el tiempo.
Me fui. El doctor me explico que debía seguir el tratamiento que dejaba sistemáticamente.


Ahora, solo corto flores silvestres…





ADRIAN MORGANTI



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